Ayer fue la firma de tu último libro.
Me hacía mucha ilusión asistir, sobre todo porque quería hacerte una pregunta.
Una sola.
Pero antes de hacerla, decidí seguir una de tus lecciones del Programa: marginarme. Observar. Escuchar. Aprender.
“Si quieres entender a tus clientes, margínate. Observa. Calla. Aprende.”
Así que eso hice. Llegué con la intención de dejar que el mundo pasara a través de mí. ¿Y qué mejor lugar para practicarlo que en esa fila? Planeé quedarme callado, en el fondo.
Pero el mundo no coopera con planes así.
Esperé una hora y media. Pie dormido, espalda adolorida. Y no, no es una queja. Todo lo contrario. En ese tiempo conocí a dos desconocidos que no sabían serlo. Nos contamos historias, nos reímos. Me abrí. Me olvidé de querer estar al margen.
Y empecé a vivir la Isra Experience. Ya que estamos con esto del naming… decidí llamarla así. Porque como eres casi británico, lo vi más conveniente.
Mientras la fila crecía, lo vi claro: ser parte del Programa ya era una fortuna. No todos pueden permitírselo. Y yo sí. Igual que muchos que ahora están leyendo esto. Por eso no quise ocupar más espacio con una pregunta. Preferí dar paso a quienes no te tienen tan cerca.
Solo alcancé a decirte: “gracias”.
Aunque, si soy sincero, me quede corto. No sé si agradecerte por todo lo que nos das... o más bien por lo que no nos das. Porque en eso último está la clave: la simplicidad que deja espacio al valor. Ahí, el aprendizaje se vuelve más claro.
Y volviendo a la pregunta… aún arriesgándome a que no la respondas, te la dejo acá. Espero que la leas:
¿Cómo se margina uno con propósito?
¿Cómo se afina el oído para escuchar sin interferir?
¿Cómo comunico lo que el cliente necesita… y que resuene con lo que cliente quiere?
Trabajo con médicos estéticos y cirujanos plásticos. Los ayudo a mejorar sus procesos comerciales. El reto no es retenerlos —el 80 o 90% se quedan cuando ven el valor—, el reto es entrar. Captar esa primera oportunidad.
No les gusta la palabra “ventas”, les parece prohibitiva. Prefieren decir “pacientes”. No quieren parecer empresa. Y mucho menos vulnerables.
Entonces… ¿cómo abrir una puerta si la palabra “ventas” ya es intrusiva?
Tal vez tu idea de marginarse, de escuchar profundo, sea la entrada.
Y por eso, aunque no te lo pregunté cara a cara, te escribo esto.
Me hacía mucha ilusión asistir, sobre todo porque quería hacerte una pregunta.
Una sola.
Pero antes de hacerla, decidí seguir una de tus lecciones del Programa: marginarme. Observar. Escuchar. Aprender.
“Si quieres entender a tus clientes, margínate. Observa. Calla. Aprende.”
Así que eso hice. Llegué con la intención de dejar que el mundo pasara a través de mí. ¿Y qué mejor lugar para practicarlo que en esa fila? Planeé quedarme callado, en el fondo.
Pero el mundo no coopera con planes así.
Esperé una hora y media. Pie dormido, espalda adolorida. Y no, no es una queja. Todo lo contrario. En ese tiempo conocí a dos desconocidos que no sabían serlo. Nos contamos historias, nos reímos. Me abrí. Me olvidé de querer estar al margen.
Y empecé a vivir la Isra Experience. Ya que estamos con esto del naming… decidí llamarla así. Porque como eres casi británico, lo vi más conveniente.
Mientras la fila crecía, lo vi claro: ser parte del Programa ya era una fortuna. No todos pueden permitírselo. Y yo sí. Igual que muchos que ahora están leyendo esto. Por eso no quise ocupar más espacio con una pregunta. Preferí dar paso a quienes no te tienen tan cerca.
Solo alcancé a decirte: “gracias”.
Aunque, si soy sincero, me quede corto. No sé si agradecerte por todo lo que nos das... o más bien por lo que no nos das. Porque en eso último está la clave: la simplicidad que deja espacio al valor. Ahí, el aprendizaje se vuelve más claro.
Y volviendo a la pregunta… aún arriesgándome a que no la respondas, te la dejo acá. Espero que la leas:
¿Cómo se margina uno con propósito?
¿Cómo se afina el oído para escuchar sin interferir?
¿Cómo comunico lo que el cliente necesita… y que resuene con lo que cliente quiere?
Trabajo con médicos estéticos y cirujanos plásticos. Los ayudo a mejorar sus procesos comerciales. El reto no es retenerlos —el 80 o 90% se quedan cuando ven el valor—, el reto es entrar. Captar esa primera oportunidad.
No les gusta la palabra “ventas”, les parece prohibitiva. Prefieren decir “pacientes”. No quieren parecer empresa. Y mucho menos vulnerables.
Entonces… ¿cómo abrir una puerta si la palabra “ventas” ya es intrusiva?
Tal vez tu idea de marginarse, de escuchar profundo, sea la entrada.
Y por eso, aunque no te lo pregunté cara a cara, te escribo esto.