Bukowski es sórdido, duro, obsesivo, destructivo y, como dirían las modernas, un misógino de manual.
Pero eso es quedarse solo en lo superficial.
Porque si lo lees bien, si te adentras en sus letras, si atraviesas cada una de ellas, te enseña al ser humano como jamás lo has mirado.
Te muestra una fortaleza revestida de debilidad, te enseña sus demonios, sus batallas perdidas y sus guerras nunca ganadas.
Te atraviesa con cada palabra.
Es como poder asomarte al alma de alguien para descubrir que sus oscuridades, que son muchas, bien pueden ser las tuyas.