Hola, yo soy Ana.
Me he pasado años traduciendo discursos entre altos cargos, CEOs y gente que dirige países y habla en siglas.
Sigo haciéndolo porque para qué mentir, está muy bien pagado. Y me vuelve loca mi trabajo, no hay adrenalina que se parezca a la de encender un micrófono sin saber por dónde mierdas te van a salir.
Mi especialidad es decirlo todo exactamente como es.
Excepto aquella vez en la que un ponente me pidió que le hiciera sonar gracioso.
El pobre hombre tenía la misma gracia que una silla sin patas.
Yo milagros obviamente no hago, ni siquiera sé contar chistes porque suelo empezar por el final y los destrozo, pero en esa ocasión me metí tanto en el papel que al final de la charla tuvo cola de gente queriendo darle la mano. Cola de gente que no hablaba su idioma.
Los que le habían entendido se fueros rápido a por café y bollos.
Porque cuando eres intérprete, las palabras son sagradas. Si un primer ministro llama “payaso” a otro, lo dices. Clown. Sin pelos en la lengua.
Si un comprador de excavadoras ruso estalla ante el vendedor español y le suelta un “esto es una mierda”, tú no puedes decir “no está del todo conforme”. No, amigos. Esto es una mierda. Como mucho puedes añadir “pinchada en un palo”.
No debes suavizar. No debes maquillar. Se han llegado a iniciar guerras por errores de traducción.
Pero en los últimos meses he empezado con otra línea de negocio que me apasiona y es más peligrosa si cabe: los INCI de los cosméticos y productos de higiene personal.
Porque una cosa es que el colega Dimitri diga “esto es una mierda de excavadora”.
Y otra muy distinta es que te pongas butylphenyl methylpropional en la cabeza creyendo que es jazmín.
Porque no lo es.
Como intérprete, estoy entrenada para no maquillar lo que se dice.
Mi trabajo es contar la verdad, con palabras exactas y sin florituras.
Y ahora uso ese mismo rigor para algo incluso más importante: lo que te pones en la cara, en el pelo y en el cuerpo.
Incluso en la boca pensando que la limpias.
No pretendo convencer a nadie de nada.
Solo a enseñar a leer entre líneas… incluso las del desodorante.
Oriento a personas que quieren cuidarse, pero sin caer en el marketing verde de "99% de agua con un geranio flotando".
Te explico qué comprar, qué evitar y por qué eso que brilla tanto probablemente no es oro, sino agua con colorante y un toquecito de buen branding.
Y como dice Isra, si un niño no lo entiende no sirve. No me oirás decir “percutáneo”. Yo digo “te lo echas y entra”.
Soy como esa mejor amiga que te advierte de que tu ligue es feo porque tú vas demasiado borracha para verlo.
¿Necesitas ayuda para entender tu neceser?
Y lo más importante, ¿para que cumpla con tus expectativas y sea efectivo?
Te lo traduzco, te lo resumo y si hace falta… te lo tiro.
¡Con muchas ganas de leerte y aprender a tu lado en este maravilloso programa!
Un abrazo,
Ana.
La de la cabina de traducción.
Ahora también la del neceser sin letra pequeña.
Me he pasado años traduciendo discursos entre altos cargos, CEOs y gente que dirige países y habla en siglas.
Sigo haciéndolo porque para qué mentir, está muy bien pagado. Y me vuelve loca mi trabajo, no hay adrenalina que se parezca a la de encender un micrófono sin saber por dónde mierdas te van a salir.
Mi especialidad es decirlo todo exactamente como es.
Excepto aquella vez en la que un ponente me pidió que le hiciera sonar gracioso.
El pobre hombre tenía la misma gracia que una silla sin patas.
Yo milagros obviamente no hago, ni siquiera sé contar chistes porque suelo empezar por el final y los destrozo, pero en esa ocasión me metí tanto en el papel que al final de la charla tuvo cola de gente queriendo darle la mano. Cola de gente que no hablaba su idioma.
Los que le habían entendido se fueros rápido a por café y bollos.
Porque cuando eres intérprete, las palabras son sagradas. Si un primer ministro llama “payaso” a otro, lo dices. Clown. Sin pelos en la lengua.
Si un comprador de excavadoras ruso estalla ante el vendedor español y le suelta un “esto es una mierda”, tú no puedes decir “no está del todo conforme”. No, amigos. Esto es una mierda. Como mucho puedes añadir “pinchada en un palo”.
No debes suavizar. No debes maquillar. Se han llegado a iniciar guerras por errores de traducción.
Pero en los últimos meses he empezado con otra línea de negocio que me apasiona y es más peligrosa si cabe: los INCI de los cosméticos y productos de higiene personal.
Porque una cosa es que el colega Dimitri diga “esto es una mierda de excavadora”.
Y otra muy distinta es que te pongas butylphenyl methylpropional en la cabeza creyendo que es jazmín.
Porque no lo es.
Como intérprete, estoy entrenada para no maquillar lo que se dice.
Mi trabajo es contar la verdad, con palabras exactas y sin florituras.
Y ahora uso ese mismo rigor para algo incluso más importante: lo que te pones en la cara, en el pelo y en el cuerpo.
Incluso en la boca pensando que la limpias.
No pretendo convencer a nadie de nada.
Solo a enseñar a leer entre líneas… incluso las del desodorante.
Oriento a personas que quieren cuidarse, pero sin caer en el marketing verde de "99% de agua con un geranio flotando".
Te explico qué comprar, qué evitar y por qué eso que brilla tanto probablemente no es oro, sino agua con colorante y un toquecito de buen branding.
Y como dice Isra, si un niño no lo entiende no sirve. No me oirás decir “percutáneo”. Yo digo “te lo echas y entra”.
Soy como esa mejor amiga que te advierte de que tu ligue es feo porque tú vas demasiado borracha para verlo.
¿Necesitas ayuda para entender tu neceser?
Y lo más importante, ¿para que cumpla con tus expectativas y sea efectivo?
Te lo traduzco, te lo resumo y si hace falta… te lo tiro.
¡Con muchas ganas de leerte y aprender a tu lado en este maravilloso programa!
Un abrazo,
Ana.
La de la cabina de traducción.
Ahora también la del neceser sin letra pequeña.